Parque Chacabuco

Mariano Cervini
2 min readMay 14, 2021

--

Seis de la tarde. Llegué casi sobre la hora. En el trabajo me dijeron que escriba con frases largas, así que en mi cerebro aproveché para hacer lo contrario. Oraciones unimembres. Sol. Atardecer. Respiración. Estacioné a dos cuadras, frente a un Vacalín. La pista del parque me quedó lejos. Supuse que los nenes que pasaron corriendo se reían atrás del barbijo. La luz de la tarde. Ese calor interno que se agotaba. Pantalón corto. Soquetes de mierda, que desaparecían a la altura del talón. El tráfico desesperado de la avenida. Se me vino la frase más obvia: hubo un tiempo que fue hermoso. La libertad en las hojas de un árbol con cabeza de señora mayor que pegó una linda permanente. Lo permanente. Seis y diez. Elongué con bronca. Frases largas, por favor. El celeste de la pista. Una hora y a escapar. Escapé. La intención. Las propagandas de Nike, tan chetas. El sudor no duele. Imposible no pensar. Esa declaración del Burrito Ortega: no sé lo que hago cuando amago; sólo sé que no pienso. Para vos, Decart. Las líneas blancas del piso de goma. Los círculos de un nuevo infierno. En el primero iban los agobiados. Una viejita renga, inseparable del piso. Un joven gordo semi pelado, la coronilla roja. El tiempo que tardé en volver a verlos. Las mismas espaldas. El arrastre imposible de los cuerpos. Cuando termine me voy a castigar, pensé. Sin auriculares. Un viento difuso, confundido detrás del sonido imparable de una ambulancia de luces. La autopista despegada, entre el cielo y la tierra. Esto también es un encierro, pensé. Otra vuelta. El sonar de una canción indescifrable en los auriculares de una sombra. Un grupo de chicas del secundario. El profesor les gritó que fueran a tempo. No puede ser. ¿Cómo un profesor de gimnasia va a decir a tempo? Frases cortas, pelotudo. Frases cortas. Uno, dos. Uno, dos. No vale decir cosas tan obvias. Los más rápidos iban por adentro. Conté cada vuelta con los dedos. Era la séptima. Pensé en abandonar todo. Un Cortez en patas, mirando arder sus Avia rojas. Tejidos, piel. Lo que nos mantiene girando. Listo. Terminé. No abrí la boca. Puros pensamientos sin sentido. Una señora leía en lo más alto de una tribuna derrumbada. Aquel Coliseo sin sangre. Sin cristianos que matar. El último sol detrás de la Medalla Milagrosa. Los brazos al cielo. Volví al auto. Saqué la billetera. Vacalín. ¿Señor, está en la cola? Claro que estaba en la cola. Dos quesos. Un fontina y un Por Salut. Qué careta. Un ketchup importado. Frutillas congeladas en baño de chocolate. Cuando vuelva me voy a castigar, repetí. De noche. Los autos arrasando el aire sin sentido.

--

--

Mariano Cervini
Mariano Cervini

No responses yet