Autos
Papá, te recuerdo flaquísimo y triste muriendo en una clínica de Villa del Parque
-Mariano, por favor, quiero irme a casa-
me decías algunas veces
y cuando te explicaba que no se podía
me gritabas:
te odio con toda mi alma.
Tuviste seis operaciones
después de la primera
te regalé un libro de autos antiguos
vos te emocionaste en tu silla de ruedas
me dijiste: este libro es muy pesado, no lo puedo sostener
y tenías razón
porque era de tapa dura y unas mil páginas
a todo color con marcas y modelos americanos que vos conocías
¿Qué te parece si lo leemos juntos?, te dije
pero nunca lo hicimos
Después se te formaron escaras en la espalda
yo no sabía lo que eran hasta que las vi
esos agujeros de carne viva
me hacían acordar a Cristo
aunque yo nunca le había dicho así
en el colegio siempre le decía Jesús
Pero vos eras un Cristo puteador y arruinado
al que habían bajado de la cruz sin matarlo
para que el castigo del dolor le dure al infinito
Te desvanecías, gritabas,
llamabas a tu mujer y la confundías con tu madre
una vez, cuando estabas sano y en casa,
escuché que antes de dormir le decías a mamá:
yo también soy como tu hijo
y así me tenés que cuidar
Mamá había acomodado el libro de autos antiguos
en un estante de tu habitación
-para cuando lo lean juntos- dijo
pero eso no pasó
Me fui a Cuba mientras te estabas muriendo
y en La Habana le saqué fotos a todos los autos viejos que pude
ese viaje fue
como un sueño
en el que cazaba autos con mi cámara para vos, Papá
un Cadillac, un Fairlane, un Ford del año del orto todo restaurado.
Cuando volví seguías vivo
te mostré las fotos pero me dijiste
-me pesa la vista no puedo ver bien-
entonces te inventé algunos modelos impecables
para que te pusieras contento de que en algún lugar
aún existían esos autos
que tanto habías amado.