Es de madrugada y Almagro queda en silencio. Volví de jugar al fútbol y me traje el bolso con todas las camisetas chivadas repletas de sudor. Entré al departamento y metí todo, casi desesperado, muy adentro del lavarropas. Mientras todo daba vueltas quedé medio a oscuras en la cocina con las patas sobre el mármol y un vaso de soda con hielo y limón a medio terminar. Las cosas siempre están a medio terminar.
No hay nada más cruel que la vida. Ni la muerte, porque es algo que no conocemos. El agujero negro. Me asomé al pasillo del edificio con intenciones de fumar medio porro pero no lo hice. Quedé fijo en la inmensidad de ese instante. A veces no puedo volver de lo inmediato.
De golpe, noté que en el primer descanso habían quedado marcadas, muy diminutas, casi imperceptibles, tus manos de gñomo extraterrestre. Esas manitos que tuviste que apoyar en el escalón cuando te llevé a ese lugar para sacarme la guasca de mi cuerpo. Vos estabas bien en pelotas y yo, como un juguete de feria al que le falta aceite, intentaba acelerar mi cuerpo contra el tuyo. Te daba órdenes en silencio. No sé bien qué día fue, capaz un jueves a esta hora, bien tarde. Vos quisiste venir. Te dije que conmigo no se jodía, que si venías ibas a quedar en bolas en el pasillo y que íbamos a acabar. No tocaste el timbre. Supe que estabas porque te dibujaba una sombra no tan auténtica. Bajé descalzo, semidesnudo, te hice subir rápido mientras te reías. Me trajiste un Toblerone pero lo tiré a la mierda. Rodó escaleras abajo como si lo importante no estuviera ahí.
Ayer arreglé una compu con ayuda de la IA. Le mostré fotos y supo exactamente qué placas tenía instaladas y cómo avanzar en la configuración. Al final me emocioné y me dijo gracias sos un hombre sensible.
Ahí, con el porro sin prender, escuchando el sonido constante del lavarropas, descubrí que también tus rodillas habían quedado marcadas en los escalones. Me acordé de la primera canción que te canté arriba de un colectivo lleno de gente que se movía sin parar. Íbamos a la cancha y te pusiste colorada porque no sabías quién era Deep Purple. Entonces, tarareé la intro más famosa de la historia del rock and roll y tus ojos se volvieron mariposas. ¿Quién sonríe con los ojos convertidos en mariposas?, pensé pero no me dio el cuero para decírtelo. Vos intuíste algo, bajaste la mirada y me dijiste: ¿Qué te pasa?, cobarde.
A la compu le faltaba pasta térmica. Hice un curso por YouTube de siete clases de cómo cambiarla. El curso estaba en ruso, idioma que entiendo bastante bien.
El Drean no para.
También vi documentales sobre el inicio del universo, la creación de partículas que no se definen hasta que las miramos y sobre el artista que creó la famosa cabeza de Nefertiti.
Me daña la vida. Lo digo muy en serio. Me daña muchísimo. Me duele cada segundo que pasa, como si advertiera en cámara lenta lo inevitable. El recuerdo de tus manos sobre el escalón, formado por la falta o ausencia de tierra. Partículas inevitables que certifican un recuerdo. Acá existimos. Ahora hagamos bustos de mármol que nos recuerden.